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Revalorizar la educación técnica en Bolivia
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La revalorización y promoción de la educación técnica debe ser tarea de todos los gobiernos –el central, el departamental, el municipal y los locales– así como también de las diferentes expresiones de la sociedad civil: academia, empresarios, trabajadores, involucrando a todas sus instituciones.
Introducción
Cuántas veces no sólo escuchamos sino decimos que lo que Bolivia precisa para apuntalar su desarrollo no son más ingenieros y abogados, sino más bien mano de obra calificada y tecnificada.
Lo decimos pero… ¿lo creemos de verdad? ¿Nos hemos puesto a pensar cuán convencidos estamos sobre la educación técnica como alternativa? ¿Hemos considerado seriamente si a la hora de elegir una profesión recomendaríamos a nuestros hijos una carrera técnica? Si nuestra respuesta fuera vacilante, entonces no somos militantes en favor de la educación técnica, no estamos suficientemente convencidos de ella y esto tiene su explicación –objetiva y subjetiva– en aspectos de orden cultural, económico y social.
El problema
¿Por qué he querido empezar este artículo haciendo tales preguntas? Porque es necesaria una seria reflexión sobre un tema que resulta de fondo para el futuro del país y para las familias de los bolivianos. El no hacerlo de manera responsable sólo resultará en más y más universidades saturadas de jóvenes que ponen su esperanza de realización económica y social en el ejercicio de una profesión, liberal o no, que por la saturación del mercado probablemente mañana más bien los frustre.
¡Cuántos licenciados, ingenieros y abogados han tenido que emigrar del país por falta de trabajo! Y cuántos de ellos trabajan hoy en el comercio o prestando servicios –muy lejos de lo que estudiaron– obligados por la necesidad a acometer incluso con labores que nunca hubieran pensado hacer en su país.
Y quiero dejar muy en claro que ningún trabajo que sea legal debería avergonzar, me refiero más bien al alto “costo de oportunidad” que significa la inversión de tiempo y recursos en una educación superior, que al final resulta no fructífera, por la falta de oportunidades para ejercerla en el país o en el exterior.
Atavismo cultural
Desde pequeño supe que en otros países las cosas eran diferentes que en Bolivia. Mi primera experiencia con este tema la tuve con un profesor alemán, Winfried Jaschke, quien me contó orgulloso que antes de venir a Bolivia a enseñar en el Colegio Alemán había sido jardinero y actor teatral.
Viajando por una veintena de países vi también el alto valor que se da a la profesionalización, con lo cual concuerdo plenamente:lo que verdaderamente cambia para bien la vida de la gente es una buena educación y la capacitación para acceder a un empleo digno y sostenible, sea éste autogenerado o no.Por tanto, hay muchas cosas que cambiar en Bolivia en este campo, hay un “chip” que debe ser reemplazado, conectando nuestra realidad al mundo. Desde reponer y pagar bien la “meritocracia” para trabajar en la administración pública y en las empresas del Estado y así mejorar su capacidad de gestión, superando aquello de que para tal efecto es suficiente ser de extracción indígena-originario-campesinoplurinacional, hasta promover la “empresarialidad” en la sociedad civil, buscando la mejor educación y no un trabajo fácil que, en muchos casos, es no sólo informal sino ilegal.
Cambio de paradigma
Suena lógico que lo primero que busca una persona es mejorar su situación económica, aunque todo fuera distinto si buscara primero su realización personal. En esa búsqueda, la gran aspiración de los jóvenes es lograr un título universitario de educación superior, ignorando que un excelente técnico bien podría ganar más que un profesional que hasta puede ostentar títulos de postgrado.
Debería ser prioritario incentivar desde el Estado la formación técnica. Sería bueno crear fondos y líneas de financiamiento, otorgar becas y premios a los mejores alumnos, recompensar a las empresas privadas que capaciten a sus operarios –muchos de los cuales ni siquiera terminaron la secundaria– hacia una posición laboral mayor tomando en cuenta el potencial para la formación técnica que hay en el país.
La cooperación internacional podría también jugar un rol preponderante en esto de “invertir” en la educación técnica, para el cambio del erróneo paradigma que apunta sólo a la formación universitaria superior. ¿Cómo? Llevando, por ejemplo, la mayor cantidad de jóvenes al extranjero, no sólo para que se capaciten sino para que vean una realidad diferente a la que se da en el país y amplíen su perspectiva de desarrollo.
Lacerante realidad
Los indicadores de empleo del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (cedla) sobre la población ocupada en Bolivia son muy preocupantes: la calidad del empleo en el país se ha deteriorado, moviéndose una parte importante entre las categorías de empleos precarios y de precariedad extrema, situación no sólo inherente al sector privado sino también al público.
El estudio País sin industrias, país con empleos precarios llevado a cabo por Silvia Escobar de Pabón, Bruno Rojas Callejas y Carlos Arze Vargas –presentado en 2014– da cuenta que la calidad del empleo en las ciudades del eje empeoró dramáticamente entre 2001 y 2011: mientras el empleo “precario extremo” subió de 22,5% a 51,6%, el empleo “no precario” bajó de 22,1% a 20,9% en dicho período.
¿Alguien podría afirmar lo contrario? En muchos casos los empleos en el sector informal son de subsistencia, con una ignominiosa carencia de cobertura social y una retribución no correspondiente al potencial ni a la dignidad de un ser humano. Según el CEDLA, respaldado por el Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD), el empleo informal en Bolivia llega al 70% de los ocupados, sobre una población económicamente activa de 5 millones de personas (“Bolivia genera medio millón de mempleos en nueve años y tiene la tasa más baja de desempleo en América Latina”, Radio Internacional de China - cri, 26/ene/2015).
Siendo joven me tocó ver en el exterior cómo los colegiales egresaban mejor preparados que nosotros para enfrentar la vida y seguir estudiando: con una carrera técnica, como escribir a máquina (dactilógrafos) o ser técnicos en motores, electricidad, cocina, etc. ¿Resulta mucho pedir lo mismo acá, cuando en el país se autoriza que niños de 10 años puedan trabajar precariamente en base al conocimiento no aprendido de otros, sino adquirido de su propia experiencia?
Desde el Estado plurinacional se escuchasu interés por la equidad y oportunidad, la educación de calidad, la educación productiva y el fortalecimiento de la gestión educativa, pero ¿cuán realista es esto? Basta ver la magnitud del presupuesto asignado a tal efecto frente a otros Ministerios, para darse cuenta de su real gravitación.
De otra parte, ¿tenemos los docentes para ello? Si el Estado no se sincera respecto de esta realidad, con un drástico cambio de visión y mentalidad, seguiremos mucha gente subempleada y, en verdad, desocupada.
La revalorización y promoción de la educación técnica debe ser tarea de todos los gobiernos –el central, el departamental, el municipal y los locales– así como también de las diferentes expresiones de la sociedad civil: academia, empresarios, trabajadores, involucrando a todas sus instituciones.
Una visión público-privada compartida sobre la educación, con los “pies sobre la tierra”,es recomendable. ¿O es que el Estado seguirá insistiendo en enseñar obligatoriamente sólo el quechua, aymara, guaraní y español a niños y jóvenes, pasando por alto cuán importante se ha vuelto en el mundo aprender además el inglés, el mandarín? Desde el punto de vista práctico, no debería menospreciarse lo segundo.
Mercado laboral en expansión
Un país en crecimiento siempre demandará más mano de obra, especialmente cuando las principales actividades productivas están orientadas al mercado y la industrialización.
Sólo por poner un ejemplo: el sector agropecuario y agroindustrial del Oriente planteó al gobierno nacional un acople de esfuerzos para combatir la pobreza moderada y abatir la pobreza extrema en el marco de la “Agenda del Bicentenario”, triplicando para ello la producción de alimentos en el país hasta 45 Agroindustrial Productivo: Más inversión y más empleos, julio de 2013).
Se calcula que con ello, un millón de nuevos empleos deberían generarse, contribuyendo a evitar la migración campo-ciudad, algo positivo considerando el gran multiplicador que en la economía y el empleo tiene la actividad agroproductiva.
He ahí la gran oportunidad para los jóvenes, en la agroindustria generadora de valor en los sectores oleaginoso, cárnico, azucarero, lácteo; en la industria alimenticia y de bebidas; en las cadenas de frío, la construcción civil, la logística, el transporte, el almacenamiento,etc., soportados además por servicios conexos como mecánica, electricidad y gastronomía, que producen ya decenas de miles de empleos ligados directa e indirectamente a la actividad agroproductiva. Finalmente, para reflexionar: pasar de exportar 3 millones de toneladas de alimentos a 21 millones de toneladas en el año 2025, no es un tema menor en cuanto a la futura generación de empleo.
El gran desafío
Revalorizar la “educación técnica” en Bolivia, debe ser la gran tarea, no sólo del gobierno sino de la propia sociedad civil: empresarios, trabajadores, universidades e institutos de formación técnica. Para ello, una buena encuesta sobre el nivel de retribución en los sectores más dinámicos de la economía nacional, así como la valoración que se da a las profesiones técnicas en el país y en otras naciones, podría ayudar a cambiar el erróneo “chip” que hoy sólo favorece a la educación superior.
Enseñar a la gente a ganarse la vida honesta y dignamente, siendo empresarios por su propio esfuerzo, sería loable. Llegar a entender que las personas valen por lo que son y no por lo que aparentan ser, sería bueno.
Una persona con una educación técnica resulta a veces con mejor desempeño laboral que otra con educación universitaria –licenciado, ingeniero, abogado– porque, ¡cuántas veces un profesional con educación superior ha terminado siendo superado por otro formado técnicamente! Revalorizar el concepto y la real valía de la educación técnica, es el gran desafío.