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Celia: “soy mi propia jefa”
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Fuente:
- Comisión Episcopal de Educación (CEE)
Su infancia no fue del todo fácil. Celia Cárdenas Cadima empezó a trabajar a los seis años. Sus padres tenían dificultades económicas y básicamente su padre estaba alejado de su familia. Su madre la dejo, por periodos largos, con su tía para viajar a vender algunos productos. Apoyó a su tía cortando papas y pelando cebollas para que vendieran comida, nos cuenta. “Me decía que era una floja porque yo no hacia rápido las cosas”, explica Celia.
Con el paso de los años Celia y sus hermanos crecieron, ellos definieron irse de su casa y su madre se separó de su padre. En tiempos de cambios, Celia y su madre se trasladaron a la comunidad Jatita cerca de Caracollo (Oruro) donde se le presentaron nuevas oportunidades. “Doña Elena nos dio un espacio y también a sus animales para que los cuidemos, ahí fue cuando puede ingresar y terminar el colegio”, indica.
Al poco tiempo de concluir sus estudios secundarios entró al Centro de Educación Técnica Humanística (CETHA) Caracollo donde se preparó en Belleza Integral. “Desde chica les cortaba el pelo a mis hermanitos y por eso me imagine que podía, algún día, trabajar como empleada en algún salón,”, expresa contenta Celia.
Una de las experiencias clave durante los años en los que estuvo en su carrera fueron las prácticas que realizaron. Durante el 2012 la dirección del CETHA Caracollo les animó a participar de ferias locales, departamentales y también en la Feria Internacional de La Paz. “En La Paz tuvimos inmensas filas de gente que quería que les pintemos, peinemos o les hagamos cortes de pelo”, explica.
Celia cuenta que ese fue un buen año de varias conquistas y, principalmente, porque al finalizar el año se presentaron al concurso que apoya el área de Formación técnica profesional de la Cooperación Suiza en Bolivia a través de la Comisión Episcopal de Educación. En el concurso, ella y sus compañeras, conquistaron un “capital semilla” con el cuál compraron equipos, insumos y algunos muebles para implementar el coqueto salón de belleza que tienen. “De la noche a la mañana aparecimos con un salón equipado y listo para trabajar” dice Celia.
“El primer mes no nos fue muy bien pero ahora estamos con más confianza”, enfatiza Celia quien manifiesta que ya pagaron dos meses de alquiler y que comprarán otras cosas más como navajas y rociadores para atender a sus clientes quienes son más y exigentes en el servicio que se les brinda.
Agradecida con el apoyo que se le brindó afirma que contar con el salón de belleza es como un sueño que le permite ser su propia jefa. “Con mis compañeras sabemos que podemos lograr un salón de primer nivel y que nuestros sueños se cumplen”, concluye.